viernes, 28 de noviembre de 2008

Corto Maltés Libro de Oro Nº 1 - diciembre de 1974 - Hugo Pratt















Otra genial tapa de Hugo Pratt. Esta vez es para el Libro de Oro del Corto Maltés. Es de diciembre del '74. Como podemos ver están El Sgto Kirk en primer plano y a ambos lados aparece el Corto junto a una agraciada señorita muy a lo Pratt. También aparecen Ann, Dan Rasputín, algunos indios... Invito a que digan a quién más reconocen.

Como empezó todo


Fue un día como tantos otros. O al menos eso creía. Nunca pensé que ese día me marcaría de tal manera.

Primavera de 1975, se aproximaba el fin de clase. Séptimo grado, éramos grandes. No había necesidad de estudiar tanto. Si la maestra ni siquiera nos tomaba lección. Nos la pasábamos vendiendo alfajores y rifas para el viaje de fin de curso. No nos dábamos cuenta de que pronto la noche más cerrada abrasaría a una gran parte de los argentinos. Éramos chicos.

Yo no era mucho de ir a jugar a la pelota. Algunas veces cruzaba Perú y me juntaba con los pibes de la cuadra a jugar. La vereda de Perú que daba a mi casa era angosta. Era la vereda impar. Allí no se podía. En cambio la vereda par era ancha y además tenía autos estacionados perpendicularmente a la calle. Eso era un paraíso para jugar ya que no había peligro alguno. En la puerta del negocio de Don Alberto que vendía caramelos, bombones y café, o en la florería, donde ahora hay un lavadero, jugábamos a la pelota, a la mancha, a las escondidas o a cachurra.

En esos días Javier, que vivía en frente de mi edificio, me había metido en la cabeza la idea de ir a la biblioteca pública que estaba en México entre Perú y Bolívar. Esa que ahora está cerca de Libertador y Pueyrredón. La otra era hermosa, húmeda, antigua, bah, recontra vieja. Nada que ver con la que hicieron hace un tiempo. A esa íbamos seguido a pasar las tardes leyendo los libros de la colección Robin Hood o de la serie Billiken. A la nueva no fui nunca. Minga voy a ir. ¿Para que? No debe ni puede tener la magia que tenía la vieja. Una cagada debe ser.

Esa tarde fui solo. Vagaba por los estantes llenos de libros. Algunos con polvo de décadas, otros ajados de tanto manoseo. Creo que leí por decimocuarta vez el quinto capítulo de "Los Robisones Suizos" (¿o eran Robinsones?). De pronto lo veo... Pero... ¿que hace acá ese libro de formato tan extraño?

Yo ya había visto su tapa varias veces en el kiosco de diarios que estaba en la esquina de Perú y México. Sobre la vereda angosta. Que ahora está ubicado en diagonal a aquella, en una vereda ancha a los pies de un edificio con vidrios enormes que está justo en la esquina.

Los diareros, hermanos ya fallecidos, traficantes de sustancias generadoras de tanta dependencia durante mi niñez como fueron esas Novaro, esas Billiken, esos Anteojitos y Antifaces que tanto me entretuvieron.

Los diareros, decía, (¿uno se llamaba Juan?) la tenían en exposición y yo cada vez que volvía de la escuela, pasaba me compraba una Patoruzú, o un Pif-Paf o El Tony y miraba su tapa extrañado y pensando qué clase de publicación sería... Parecía para grandes, de difícil lectura...

Ahora la tenía enfrente de mis ojos y apenas me animaba a tocarla. ¿Que hago? ¿La saco? El primer impulso al que cedí fue ojearla.

Y bueno dije, ya que estoy la veo...

Dicho y hecho. La saqué y empecé a dar vueltas sus hojas. La primera sorpresa es que no era un libro como yo había pensado hasta ese momento. Era un libro de historietas. No un comic como le dicen ahora, sino una historieta. De las de antes. Eso la acercaba más a mí. Lo siguiente que me llamó la atención era su procedencia. Era argentina. Se le notaba por los dibujos de las casas, las calles y la gente en general. Era de acá. Pero yo ya estaba acostumbrado. Si leía seguido el Tit-bits y el Pif-Paf. Las de Columba eran más internacionales. Pero las otras, las de la Editorial Record eran más locales.

Bueno, la cosa es que me senté y empecé la lectura.

A medida que leía me iba metiendo más en el tema. Al final se hicieron las siete de la tarde y la biblioteca ya cerraba. Así que no me quedaba otra que irme a mi casa y seguir al otro día. “Maldición” pensé. Me quedaría con la intriga de lo que les pasaba a esos personajes tan interesantes.

Demás está decir que al otro día, apenas salí de la escuela me fui volando a la biblioteca. Yo en esa época, iba a la Victoriano Emilio Montes, que estaba en Perú y Estados Unidos. Así que las cuatro cuadras las hice volando.

Mi primer temor era que se hubieran llevado el libro o que lo hubieran elegido antes de que yo pudiera llegar. Pero no, ahí estaba en su estante, esperándome justo donde yo lo dejara la tarde anterior.

Bueno, ¿dónde nos habíamos quedado? Ah, sí, en la parte en que....

Y me metí nuevamente en la vida de esos bonaerenses que vivían la aventura más fabulosa que se pudiera creer.

Entonces vino mi primera decepción. Ya que soy de la contra. Pero bueno, digamos que la historia era tan buena que se les perdonaba cualquier cosa. Además la acción, aunque el lugar no lo mereciera, estaba muy bien contada. Años después me di cuenta que el dibujante era archirrival mío en ese tema. Por lo tanto él había elegido el escenario adecuado según su criterio. Aunque yo hubiera preferido el otro lugar para inmortalizar.

Pero esos dibujos tan detallados eran excelentes. Ese guión era maravilloso. Esos blancos y negros eran mejor que cualquier color que yo hubiera visto antes.

A los autores no los conocía porque nunca le había prestado atención a los créditos de las historietas. Eso vendría después. Cuando las leyera de otra manera. Ahora lo que veía era la aventura. Y esta historieta tenía aventura por demás.

Los personajes eran gente común. De barrio. Familias y amigos que sobrevivían al peor caos imaginable. Esos lugares del centro, tan detallados y que yo reconocía por haber caminado con mi viejo tantas veces. Luego la destrucción total. Aún recuerdo lo que me sacudió y me conmocionó verlo.

Pero nada me sacudió tanto como el final. Abierto pero duro como una sentencia de muerte. Filoso. Cortante. Todo ocurriría inexorablemente. Como una profecía del Apocalipsis. Tanto me conmocionó que cuando volví a casa, más tarde que el día anterior, le conté a mi viejo detalladamente lo que había leído.

Recuerdo que él me dijo que también lo había leído cuando salió a principios de los '60 en entregas periódicas. Entonces respiré aliviado. Nunca había ocurrido y era posible que nunca ocurriera. Pero mi ansiedad no tenía fin. Tenía que comprarlo. Después de todo mi viejo lo había aprobado y a él también le gustaba según me dijo.

Así que me puse en campaña para conseguirlo. Pero los diareros ya no lo tenían. De todos modos lo podrían conseguir si tanto lo quería. Era caro.

Por fin un día, uno de los diareros (¿Juan?) me lo entregó. No lo podía creer. Tenía un ejemplar y era mío. Fue el origen de todas las versiones y continuaciones que vendrían después. Y que yo religiosamente leería. Pero este era el primero, el mejor.

Por fin tenía en mis manos el primer tomo de El Eternauta.

Esto va dedicado a Javier, a Juan (?), a la
biblioteca pública de Perú y Bolívar, a Don
Alberto, a mi niñez, a Oesterheld y a todos los
que como ellos ya no están más… Ah, y a
Solano López que sigue estando.

Marcelo H. Piñeiro

jueves, 20 de noviembre de 2008

Côte De Nuits...

La Maqueta
La maqueta que nos ocupa se trata de un Fokker DR I de Revell a escala 1/72. En él está despegando, quizás por última vez, Manfred Von Richtofen. El Barón Rojo.

Está realizada en plástico, con base de madera y pintada con varias capas de acrílicos Tenniers, tras una base de enamel de Humbrol para darle fuerza. Se le practicaron lavados para oscurecerla y también se utilizó la técnica de pincel seco para darle luces y desgastarlo en un tono natural. Finalmente se le aplicó una capa suave pero firme de barniz mate y semimate Tenniers para salvaguardarlo del polvo y del paso del tiempo.

El piloto pertenece a otra maqueta, también del Barón Rojo, pero de un Albatros. Otro de sus aviones con el cual hizo el mayor número de derribos. Con este DR I, solo derribó a sus dos últimos enemigos. El número 79 y 80. Le agregué los manillares de los costados, hechos en plástico estirado, que se usaban para transportar a pulso al avión en tierra.

La maqueta está construida y pintada en 1992. Luego, en el 2008 la pegué a la base para su muestra.

La Historia
Ocho triplanos DR I tuvo Richtofen. De los cuales hay documentación fotográfica sólo de tres. Siendo el último el único pintado totalmente de rojo sangre. Los anteriores no eran completamente de ese color. Se mezclaban con otros tonos. Incluso el Albatros tenía el fuselaje de madera al natural.

A pesar de que Richthofen solía volar en un Albatros D II, en 1.917 pasó a pilotar el famoso Fokker DR I. Fue derribado el 21 de abril de 1.918, según los últimos estudios, desde tierra, al penetrar tras las líneas aliadas, persiguiendo el Sopwith Camel del teniente Wilfred May.

Parece que Richtofen pintaba su avión de rojo para mostrarse ante sus enemigos. Algunos pilotos británicos decidieron pintar el morro de sus aviones del mismo color, para avisar que iban en busca del "Barón Rojo".

Para completar, ver la nota de “Côte de Nuits...” dónde se cuenta parte de la historia de este personaje tan especial.

El avión
El Fokker DR I fue desarrollado por Anthony Fokker y Reinhold Platz. Producido por Fokker Schwering, pesaba 585 kg. y su velocidad era de 165 km/h. Estaba dotado de dos ametralladoras fijas sincronizadas con las hélices. Tenía una envergadura de 7,20 m. y una longitud de 5,77 m.

Dos de los aviones de la preserie se enviaron a la Jasta de Manfred von Richthofen. El avión dio un resultado excelente y fue utilizado por ases como Werner Voss (21 derribos al mes al recibir su avión).

En mayo de 1918 se terminó la producción del DR I que sería reemplazado por el biplano Fokker D VII. En ese momento todavía estaban en servicio 171 unidades del triplano.








...y rosas de Picardía

El nro 12 de Skorpio (septiembre del '75) nos trae una historia de "El Corto Maltés" que realmente es imperdible. Este episodio pertenece a “Las Célticas”. Su publicación original data de 1972 en la revista Pif Gadget. Se llama "Côte de Nuits y rosas de Picardía", que no debe ser traducido literalmente, sino que hay que analizarlo un poco. Côte de Nuits es una región del norte de Côte d’Or (al norte de Lyon, al sureste de París, casi en la frontera con Alemania), donde se producen, dicen, los mejores vinos de Borgoña. De ahí que en la traducción de la historieta en España, se haya titulado “Vinos de Borgoña y rosas de Picardía”. En Record, la primera mitad del título no se tradujo. Lo cual me parece correcto.

¿Por qué Côte de Nuits? Porque la historia empieza en Francia, durante la primera guerra mundial, con un par de locos soldados australianos, tratando de que el Corto abra (y comparta) sus botellas de buen Borgoña con ellos. El argumento que exponen al incrédulo personaje de Pratt es que uno de ellos cuando está borracho puede acertarle a cualquier cosa con su rifle. Para el caso, “cualquier cosa”, es nada menos que el Fokker DR I de Manfred Von Richtofen, el Barón Rojo, que anda sobrevolando la zona, sin saber que la muerte le está esperando.

Esa es una parte de la historia. La otra trata justamente de este Barón, de la relación edípica que mantiene con su madre (Sí mamá, todo bien, Lothar está bien...) y de la relación no tan edípica que mantiene con sus víctimas o enemigos.

¿Por qué rosas de Picardía? Porque el buen Barón Rojo, cuando bajaba algún avión enemigo y la situación lo permitía, aterrizaba al lado del avión recién ultimado y le dejaba al piloto sobre su cuerpo inherte un ramo de rosas de la región de Picardía. Gesto caballeresco que pronto, en la misma primera guerra ya sería obsoleto. Quizá es un poco lo que nos quiere demostrar Pratt en esta historia. La muerte de la caballerosidad entre los gladiadores del aire representada por la muerte del Barón Rojo.

Es bastante cómica la charla telefónica (producto de un regalo que le hace su oficial junto con sus compañeros, al Barón con motivo de su cumpleaños) con mamá Richtofen, la promesa de enviarle la matricula del avión derribado (otra más y van...) y la preocupación de esta por Lothar el hermano menor (y compañero de ala) de Manfred. El Barón rojo cuando bajaba a dejarle las rosas al piloto caído, cortaba la matrícula del avión derribado para llevarla como recuerdo. Esto de coleccionar matrículas o emblemas de aviones derribados era una práctica bastante común entre los pilotos de combate. Incluso entre los de la segunda guerra mundial. Basta con ver una foto de algún club de pilotos durante cualquiera de las dos guerras. Verán que las paredes tienen colgados de cuadros varios de estos souvenir bélicos.

La cosa es que tantas vueltas da por el aire, que varios se aprestan a bajarlo como sea. Ingleses, australianos, norteamericanos. Todos tiran al aire con sus ametralladoras y fusiles. Incluso el amigo del Corto, totalmente borracho, tanto que tiene que ser ayudado por su compañero y por el Corto para dirigir el caño del fusil hacia el avión pintado de rojo. Dispara un solo tiro. El Corto se queja por haber desperdiciado su tiempo, la bala y las dos botellas de buen borgoña.


De repente el avión cosido a balazos baja abruptamente hasta detenerse. Todos se dirigen al triplano para ver la muerte del guerrero. Descubren que, a pesar de que el aeroplano presenta numerosos agujeros de bala, el piloto solo tiene una herida mortal. El Corto se sorprende sin creer aún demasiado, su amigo está seguro que fue su compañero el que le acertó. El resto de los soldados saquean el cuerpo indefenso de Richtofen. Cuando regresan al trailer del Corto descubren que el bombardeo de los alemanes (para proteger el cuerpo del aviador) lo destruyó por completo matando al supuesto “killer” del Barón Rojo. Irónicamente piensan que si no hubiera estado tan borracho podría haberse salvado. Claro que en ese caso no hubiera matado al aviador.

A pesar del saqueo del que se vio víctima, Richtofen fue enterrado por sus enemigos con todos los honores militares como muestra de respeto hacia el mayor as de la aviación de la I Guerra Mundial.

Para terminar, observan en el aire que un nuevo “caballero” ha tomado el lugar del Barón Rojo. Nada menos que Hermann Göering. Futuro creador de la Luftwaffe Nazi y mano derecha del Fhürer durante el III Reich. Y es verdad, dado que fue el mismo Göering quien tomó el mando de la Jasta11 a la muerte de su jefe, el Barón Rojo.

Como siempre Pratt nos muestra el costado oscuro de la guerra, sin dejar de lado cierta irónica y ácida comicidad. Incluso hasta el final. Es una historia que se disfruta de principio a fin. Y el dibujo... qué se puede decir de Pratt como dibujante que no se haya dicho ya. Mejor veamos algunas de las muestras aquí representadas. Sin palabras para describir semejante obra del noveno arte.

martes, 18 de noviembre de 2008

Batman, The Dark Knight



Estos tres dibujos de Batman los hice en el año 1988 o 1989. Están hechos a lápiz y luego repasados con marcador fino y fibra gruesa en la pintura. Es de lo último que dibujé y dos están basados (o copiados para ser más exactos) en el "Batman Year One" de David Mazzuchelli, el tercero en el "Batman Year Two" de Todd Mc Farlane. Este último, como pueden observar no está terminado. Todavía tiene una parte en lápiz y no está pintado. Se ve que me cansé.

Campos de Frutillas - La mejor psicodelia de los Beatles

Strawberry Fields forever
(Lennon - McCartney)

Lennon: voz, guitarras, piano.
McCartney: Mellotron, bajo, bongos.
Harrison: Guitarra, svarmandal, timpano.
Starr: batería, maracas.
Tony Fisher, Greg Bowen, Derek Watkins, Stanley Roderuck: trompetas
John Hall, Derek Simpson, Norman Jones: cellos
Mal Evans: pandereta.

Tomas de Estudio:
Fecha: 24/28-29 de Noviembre y 8-9/15/21-22 de Diciembre de 1966.
Estudio: 2 de Abbey Road
Cantidad de tomas grabadas: 24 (dos se encuentran perdidas)
Cantidad de mezclas: 2

A mi gusto las mejores canciones de los Beatles son, en su gran mayoría, de su época psicodélica. Across the universe, Lucy in the Sky with Diamods, It's all too much, Only a northern song, All you need is love, Something, Come together, Here comes the Sun, Oh Darling y I want you son algunas de las que más me gustan. El top de ellas es Strawberry fields forever. También es la máxima representación (junto con Lucy...) de la psicodelia beatleana. Dicen que Sgt Pepper fue la cima y que Magical Mistery Tour fue el exceso de psicodelia. Sea como sea, Strawberry fue la máxima representación de la psicodelia y tiene un video que aún hoy muestra lo avanzados que eran los 4 grandes de Liverpool. Creo que bandas como The Cure, 20 años después, se vieron muy influenciadas por ellos. Al final de la nota se demuestra. Veamos algo de data al respecto:

Strawberry Fields era un reformatorio para mujeres del Ejército de Salvación (Salvation Army), ubicado cerca de la casa de John Lennon cuando de chico vivía en Woolton. A ese lugar , John asistía a las fiestas que allí se celebraban.
Este tema fue escrito en su totalidad por John durante su estadía en España mientras filmaba la película " How I won the war" , en Septiembre de 1966.

Se pueden encontrar versiones de este tema en el disco "Gira Mágica y Misteriosa" (Magical Mistery Tour) - Versión oficial - y una muy buena está en "Anthology". Hay una toma de demostración que hace Lennon con su guitarra simplemente a sus amigos. Es la versión que más me gusta de este tema.

Los Fabulosos Cadillacs hicieron una versión interesante que mezcla un poco el castellano con el inglés. Es una versión en ritmo de rock steady con estrella vocalista invitada: Deborah "Debbie" Harry de la banda Blondie

En el video de Strawberry Fields se pueden observar las raíces de la obra de grupos como The Cure.
El que quiera puede hacer el ejercicio de ver "The Hanging Gardens" del album "Pornography" o "The Lovecats" y verán ciertas similitudes entre La Cura y los Beatles. No hablo de copia sino de influencias

Strawberry Fields Forever
http://es.video.yahoo.com/watch/959269/3723486

The Lovecats (The Cure)
http://es.video.yahoo.com/watch/2609307/v2140788

Hanging Garden (The Cure)
http://www.youtube.com/watch?v=S0feqXOE4LY&feature=related

Letra:
Strawberry Fields Forever
(Lennon/McCartney)

Let me take you down, 'cause I'm going to Strawberry Fields.
Nothing is real and nothing to get hungabout.
Strawberry Fields forever.

Living is easy with eyes closed, misunderstanding all you see.
It's getting hard to be someone but it all works out, it doesn't matter much to me.
Let me take you down, 'cause I'm going to Strawberry Fields.
Nothing is real and nothing to get hungabout.
Strawberry Fields forever.

No one I think is in my tree, I mean it must be high or low.
That is you can't you know tune in but it's all right, that is I think it's not too bad.
Let me take you down, 'cause I'm going to Strawberry Fields.
Nothing is real and nothing to get hungabout.
Strawberry Fields forever.

Always, no sometimes, think it's me, but you know I know when it's a dream.
I think I know I mean a 'Yes' but it's all wrong, that is I think I disagree.
Let me take you down, 'cause I'm going to Strawberry Fields.
Nothing is real and nothing to get hungabout.
Strawberry Fields forever.
Strawberry Fields forever.

Corto Maltés 14 - julio de 1976 - Hugo Pratt



Probablemente esta maravillosa tapa haya sido coloreada por Zanotto a partir de un dibujo de Hugo Pratt. Se trata de Ernie Pike. Es de la revista Corto Maltés de julio de 1976. Las palabras sobran.

Lars Porsena, Rey Etrusco





Tras la revolución que derrocó al último Rey de Roma, Tarquino el Soberbio, el Rey Etrusco Lars Porsena (o Lars Porsenna) acude en la ayuda de su par que también tenía aparentemente orígenes etruscos. Parece ser, según varias fuentes de la época, incluida la de Tito Livio, que a causa de la impresión que recibe de la feroz defensa que hacen los romanos en las puertas de su ciudad (en el puente Sublicius sobre el río Tíber) decide marcharse. Otras fuentes indican que venció al ejército de Horacio y capturó la ciudad, la que fue sometida durante mucho tiempo. De todas maneras, Tarquino nunca recuperará el trono.

Lars Porsena fue un rey etrusco de la ciudad de Clusium, a finales del siglo VI a.C.

La figura en cuestión representa al Rey Lars Porsena comandando sus tropas en campaña a la entrada de Roma. Está fabricada en plomo por la firma Doncino & Doncino a fines de los ochenta y está pintada con acrílicos. Terminé de pintarla en 1997. La base y la piedra están fabricadas en masilla. Tiene un pedestal en madera. El escudo tiene un dibujo típico de la época griega. Desgraciadamente no existen fuentes firmes de cómo era el escudo de este rey, pero basándome en el hecho de su condición real, lo pinté simulando bronce que era un metal bastante apreciado por ese entonces.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Noche

por el Sr. Cairo

Salió de la planta como todos los días. Sólo que un poco más tarde. Eran las ocho de la noche. En pleno invierno, a esa hora la oscuridad era absoluta.

Saludó al personal de seguridad que cuidaba la entrada. Pasó la primera puerta, se identificó como personal de la planta y le habilitaron el paso a la segunda puerta. Mostró el interior de su maletín, entonces una chicharra y el click característico le indicaron que podía abrir la segunda puerta. La que daba a la calle. Ya en la pequeña vereda apenas invadida con algo de pasto, respiró el aire helado y tuvo el primer escalofrío al presentir lo que podía pasar. Pero bueno, no se puede vivir con miedo, supuso.

Cosa curiosa. Ambas puertas de salida, la primera que habilitaba para pasar al pasillo de los guardias y la segunda, que permitía el acceso al y desde el exterior eran enrejadas. El mismo patio de la planta estaba al aire libre. Pero el frío lo sintió cuando salió a la calle.

Caminó los veinte pasos que lo separaban de la parada del colectivo. La noche cerrada lo envolvió. Apenas estaba la fuerte luz, sobre la entrada de la planta.
Una vez en la parada esperó, esperó. Esperó casi veinticinco minutos que viniera el colectivo. Después tendría que tomar el tren que lo llevara a Chacarita y de allí otro colectivo hasta su hogar en Parque de los Patricios. Su familia lo esperaba. Como él esperaba el colectivo.

Sentía el temor lógico por las cosas que estaban sucediendo últimamente. Sabía que aprovechaban a atacar a los que esperaban en la calle. Se abalanzaban sobre su presa desde una camioneta. O a veces un ciclista distraído era una de las bestias que atacaba. La salida de la luna abría la hora de la caza. Lo importante era que no le cerraran el camino a la entrada de la planta. Los guardias podrían protegerlo abriendo las puertas y cerrándolas tras de sí. Pero si le cerraban el camino estaba perdido. Nadie saldría a defenderlo.

Bestias. Los diarios ya les habían dado un nombre. Bestias les llamaron. Nada más apropiado el calificativo.

A pesar de que el patio de la planta era abierto, no se animaban a atacar allí adentro. Vaya uno a saber por qué, pero era así. Tampoco atacaban de día. Siempre debía ser por la noche. Bueno, pero eso era lógico. Pensó.

De repente los vió venir. Una camioneta con tres personas. Una maneja, dos en la caja.
“Mierda”, pensó “lo importante es que no me cierren el camino a la planta”. Sintió tanto miedo que no se animó a moverse.
La camioneta se detuvo cerca de la parada. En el semáforo. Pensó que ahora lo atacarían. Pero no. En la camioneta se notaron las caras asustadas. Claro, también hubo algunos que, haciéndose pasar por gente común que espera el colectivo, efectuaban ataques hacia pacíficos ciclistas, motociclistas o automovilistas que se detenían en el semáforo en la esquina de la planta.
“Si esto sigue así, en el futuro nadie se detendrá en el semáforo” piensa.

Finalmente a lo lejos, a unas dos cuadras, la sombra bamboleante del tres veintiocho. “Apurate” pensó. Tardaba en venir... Miraba al cielo, a los costados... nunca se sabe de donde vienen.

El colectivo ya estaba en la esquina. Venía lento. Bamboleándose al compás de los baches y las cunetas. Tardaba. “Vení de una vez... boludo”.
“Ya llega, ya llega...”. Ya estaba a mitad de cuadra. Extrañamente oscuro en su interior. A veces venían así en la provincia. Eso le molestaba particularmente porque le impedían leer. Parecían boliches. Hasta luz azul tenían algunos.

El colectivo se detuvo y abrió su puerta delantera. El chofer ni miró. Esperó a que subiera de una vez. En los primeros escalones se dio cuenta de que estaba más oscuro que de costumbre. “Bueno”, pensó, “no voy a poder leer. Tendré que conformarme con la radio. Si al menos jugara Boca”.

- Setenta y cinco... - Se escuchó decir. Le pareció que hasta hubo un cierto eco en el pesado silencio del ambiente. La puerta se cierra detrás de él con el zumbido neumático característico. El colectivo arranca... está cruzando la avenida Márquez, el Camino de Cintura... él camina por el pasillo según el pronunciado vaivén. Alguien duerme en el último asiento. Hay unas seis o siete personas en el vehículo.

¿Personas? Los seres humanos no tienen esa mirada de ojos rojos como carbones encendidos en la oscuridad... ni se abalanzan sobre uno relamiéndose. Tampoco tienen esa palidez artificial, ni las ojeras que resaltan en el blanco de su cara, ni los dientes afilados, blancos, relucientes. Algunos hasta tienen manchas de sangre en ellos. Sangre que se les resbala por la comisura de los labios. Sangre de ese que parece dormir pero que ahora se nota que es la última víctima de esa jauría vampírica.

Lo último que nota es el hedor. El aliento acre del primero que se le aproxima. El olor a sangre seca, a carne podrida de varios días. El olor a la muerte.

Luego la gran oscuridad... Y a cazar nuevas víctimas. Para hacer nuevas bestias.

Fin